Cuando vi la convocatoria en por ahí de Noviembre de 2018 tenía mucha ilusión de correrla, pensé que tendría todo diciembre y enero para recuperarme del 50k Mariposas y complementar con varios entrenamientos de calle… Las circunstancias de la vida y mi falta de disciplina culminaron en que no tenía nada de preparación para esta carrera. Solo tenía las ganas de correr, buena salud y toda la ilusión de correr en mi desierto. Recorrer las calles de Gómez, Lerdo y Torreón, como si nunca me hubiera ido…
El 2 de noviembre compré mi Bib (El número para competir en la carrera), desde ese día no dejé de pensar en la carrera y conforme se acercaba la fecha, a lamentarme porque no estaba entrenando como debía. De pronto ya era viernes y el domingo ya era la carrera. Pasaron muchas cosas durante 2018 y ahora tenemos 5 perros y 7 gatos que cuidar. Decidimos irnos el sábado a medio día para llegar a torreón por la tarde directo a recoger el kit y el número (así podríamos dejar a los animalitos bien comidos y todo limpio).
La carretera a torreón es algo aburrida pero gracias a eso se puede ir bastante rápido… Normalmente hago 5 horas para ahorrar combustible manteniendo la camioneta a 2500 revoluciones por minuto y solo gasto un cuarto de tanque, esta vez tenía miedo no de no llega a tiempo para recoger el kit así que solo hicimos 4 horas y me gasté medio tanque. Ya cuando estábamos a una hora comencé a cantar mi versión personalizada de la canción «Yo ya me voy a morir a los desiertos». Algo así:»…nomas de pensar que tengo un maratón pendiente, nomas que me acuerdo, me dan ganas de llorar… Yo ya me voy a morir a los desiertos me voy dirigido….». Pero no morí! pura pinchi publicidad me hago.
Recogimos el kit bastante rápido, a las 6 de la tarde ya no había tanta gente como el año pasado que fuimos a medio día. Compré mis geles para recarga de glucosa durante la carrera y nos fuimos a descansar.
En la noche estuvimos con mi filia apapachando a JayJay el perrito más viejo de la familia. Como a las 9 intenté irme a dormir y quedamos en que a las 5 nos levantábamos para irnos al arranque del maratón.
A las 5 nos levantamos y para las 6 íbamos en camino y la verdad es que ya era tarde, me extravié un poco porque para esa hora ya estaban cerrando muchas calles y nos tocó rodear. Al estacionarnos ya faltaban solo 15 minutos para el arranque así que me despedí y me fui corriendo. Del lado que llegue a la valla no había acceso a la zona de corredores y un compañero que estaba en la misma situación me dijo: «hay que dar la vuelta por el frente» y nos fuimos los dos medio corriendo medio trotando y antes de llegar al acceso anunciaron el arranque, 5…4…3…2…1… y comenzaron a correr los del frente. Y yo comencé a caminar porque 5800 corredores no se mueven tan rápido como uno creé. Me iba acercando a la línea de salida y recordé que no había preparado mi reloj así que lo puse a buscar señal de GPS antes de llegar a la línea de salida, el reloj estaba listo, apreté un botón y comencé a trotar lento mientras buscaba a mi familia. No logré verlos… Me sentí mal por eso pero tenía que concentrarme.
Y ya iba yo corriendo por Gómez, ciudad industrial… Algunas personas se despertaron temprano y salieron a ver a los corredores, para alentarlos y para ver a los que se disfrazan cada año de algo; un payaso de rodeo, unos vaqueros, un Batman, Huazon y un Superman. Trataba de mantener un ritmo lento (porque no había entrenado) al kilómetro reconocí a una compañera de la escuela y me pegué con su grupo de tres personas un par de kilómetros, después nos separamos. De pronto ya habían pasado 10 kilómetros, iba muy emocionado agradeciendo las porras y gritándole a la gente que nos animaba «ustedes son el maratón!» Así que ya casi al dar la vuelta en Lerdo ahí estaba el señor que saca su tanque de gas para darle con tubo para animarnos, está vez lo acompañaban unos niños disfrazados de tanque de gas… Supongo que eran sus nietos.
De regreso, esta vez sí tome vaselina para evitar las rosaduras (si funcionó). Antes de salir de Gómez rumbo al puente plateado se cumplen 15k y un señor festeja a mis espaldas con unos gritos. Yo me volteo y me detengo, le pregunto que como esta y el muy contento me dice que muy bien, que ha cumplido su meta de correr 15 kilómetros a su paso y sin parar. Le sonrío, lo felicito y le ofrezco un chocolate que me encontré tirado unos segundos antes de que escucharlo. El lo agarro sin pensarlo y me animó a seguir. Ya casi al llegar al monumento de la toma de torreón, el que marca el lugar desde donde Francisco Villa y sus dorados hicieron, alarde de la precisión de su artilleros, justo allí una muchacha que corría a un lado mio se emociona y me pregunta si ese ya es el puente planteado. Le confirmo y rápidamente me platica que ella es de la ciudad de México y siempre había querido correr el maratón LALA y nunca se imaginó que algún día estaría cruzando el puente de Gómez a Torreón. Al otro lado del puente, de la piedad Michoacán, vivía Gilberto el valiente… A no, eso es una canción.
Al terminar de cruzar el Río Nazas ahí estaba mi familia esperándome como habíamos acordado. Me dio un gusto enorme encontrarlos ahí. Me detuve a abrazarlos, a mi papá, a mi esposa y a mi hermanita. Arranqué de nuevo y al dar vuelta a una curva alguien gritó «vamos Uriel!» Volteé a buscarlo y encontré una cara conocida y le agradecí. Ahora me concentré más en ir lento porque me sentía bien pero no quería fatigarme, todavía faltaba mucho. Dulce y Buck (un perrito carismático) me seguían en la bicicleta y fuimos platicando un poco… Luego, sucedió lo que más he temido en los años que llevo corriendo en carreras… Me dieron ganas de hacer popó… Nooooo… Mantuve la calma y pensé que solo tenía que llegar a un baño como todos lo han hecho alguna vez. Unas señoras estaba ofreciendo cachitos de papel de baño y vaselina esta vez no tomé vaselina, solo un poco de papel de una señora, pero me conozco así que tome otro pedazo de otra muchacha más adelante. Así iba buscando un baño portable en cada curva, detrás de cada grupo de gente… Creo que corrí dos kilómetros con mis papelitos en la mano hasta que por fin después del kilómetro 21 encontré un baño. No está chido… Lo tuve que limpiar antes de hacer lo que tenía que hacer, sacrificando un poco de mi papel de baño (que no me sobraba). Al final todo salió bien y solo tuve que estar deteniendo la puerta porque la gente llega jalandole a madres y el primer cabrón que llegó me la abrió aunque si cerraba y tenía el seguro bien puesto. Después de algunas maniobras peligrosas y 5 minutos perdidos logré continuar la carrera. Ya corriendo por el bulevar independencia, recordé que ahí fue donde comenzaron mis problemas el año pasado, así que está vez a la menor molestia en mis rodillas caminaba un poco, me ponía hielo y seguía… Por ahí hay mucho ambiente y buenos abastos, Dulce y Buck seguían a mi lado. Cruzamos por el centro de torreón y llegando al kilómetro 30 ya sentía los estragos de las horas en las plantas de mis pies… Más adelante Dulce se fue a encontrarse con mis papás y Cinthya. Me preparé mentalmente para entrar a Torreón Jardín, esa parte es dura, ya es de tarde y el sol te da de lleno. Ya con 30 kilómetros de cansancio encima me cuesta más ignorar el dolor de los pies y comienzo un penoso proceso de caminar y correr por toda la curva del campestre. Acá la gente es un poco más opulente, pero echan porras igual que todos los que te vas topando en el recorrido por las tres ciudades. De repente Dulce me alcanza para decirme que Cinthya ya está lista con las vendas que le pedí y preparada para marcarme el paso en los últimos 4 kilómetros. Llegamos hasta donde está Cin, ya me tenía una silla lista y hielo, además, había un abasto con cerveza y me tomé un vaso. Todo el camino me había preocupado por hidratarme y alimentarme bien. Tanto que ya iba bien entripado de agua y bien lleno de comida, estaba listo para dar el último jalón hasta el bosque Venustiano Carranza. Me amarre las vendas en las rodillas y comenzamos, a 8 minutos por kilómetro, luego a 7:30. Entonces llegamos hasta donde estaba mi papá y mi mamá, me detuve a abrazarlos y seguimos. 7:10 minutos por kilómetro, así nos fuimos por toda la Juárez rumbo al bosque, ya en la vuelta al bosque tenía muchas ganas de detenerme y caminar, Cinthya me venía animando todo el camino y Dulce también, yo les quería decir «denle ustedes yo ahorita las alcanzo». Pero no me dejaron, así seguimos hasta dar la vuelta completa al bosque y cruzar la meta junto con mi esposa…
Rápido me dieron mi medalla y me fui a sentar para quitarme las vendas… Eso fue un error, después de unos minutos ya muy apenas podía flexionar la rodilla izquierda con mucho dolor para ir a recoger mi playera, toalla y kit de recuperación…
En conclusión y comparando con el año pasado; fui más lento, pero me sentí menos lastimado (algunas horas después ya podía caminar medio bien). Este año me dieron menos nervios aunque en realidad no entrené… si no hubiera corrido eso me habría dolido más que mis pies y mis rodillas…